LA SAYONA


LA SAYONA


Era una mujer muy bonita (¿Casilda?, ¿Timotea?) pero muy celosa, quien en su afán de tener el amor de su marido, se esmeraba por hacer de su rústica vivienda un sitio de esparcimiento, plenitud y satisfacción en todo, pero a él le gustaban mucho las mujeres, el trago y las riñas de gallos; ella había dado a luz a su primer hijo y su marido que era un tipo libertino, incapaz de abandonar sus vicios ( por eso lo llamaban burro tusero) había salido a un parrandón, decidido a dejarla sola. Un enamorado de la mencionada mujer apodado “el perro” decidió aprovechar la ausencia de su marido y la visitó aquella mañana, con el pretexto de saludarla y felicitarla por el nacimiento de su bebé.

La mujer se quedó en la casa mordiéndose de rabia en la cama, pues por haber dado a luz a su hijo, el día anterior, no había podido salir a perseguirlo como lo había hecho en ocasiones anteriores.

Ella le contó llorando sus penas y él le contestó: “bastante le insistí que se casara conmigo, pero Usted no quiso; todavía es tiempo de que arregle su vida, si quiere aprovechemos la ausencia de su marido y nos vamos”; sin embargo, ella quería mucho a su esposo y no le dio respuesta a su propuesta. 

Pero ahí no paró el cuento; el perro decidió urdir otra trama macabra  y fue así como le contó que cuando venía había visitado a su madre y le había visto abrazada con el marido de la desconsolada mujer. Ella en un comienzo no le creyó pero tras el juramento del perro ella optó por creerle.

A la mañana siguiente cuando la abnegada madre que todos los días desde que su hija había quedado en cinta, acudía a llevarle café a la cama y a preguntarle como amanecía; la hija enloquecida por los celos, le asestó tres puñaladas en el pecho.

La pobre mujer agonizando y mientras se desplomaba en el suelo le dijo, me mataste, Timotea, has dado muerte a la mujer que la trajo al mundo…serás maldita por los siglos de los siglos…y todo por los celos…correrás detrás de los hombres, pero nunca lograrás que te quieran…te temerán y vagarás por el mundo sin que Dios ni nadie se apiade de Ti.

La joven enloquecida ya fuera de sí, salió corriendo como fiera herida y lanzando gritos de angustia le prendió candela al rancho donde yacía el cadáver de su desventurada madre, sin recordar que allí se encontraba también su hijito.

Cuando trató de salvarlo lo vio abrazado por las llamas y se abalanzó a rescatarlo, pero las llamas consumieron sus vestiduras y su cuerpo como si fuera una vela se fue alargando y deformando. Creció tanto que se volvió más alta que los árboles del patio. Cuando vio a su hijito retorciéndose como gusanito lanzó un terrible aullido. Se le crecieron los dientes tan grandes que se le salían de la boca y los ojos se le pusieron como carbones encendidos.

Entonces salió lanzando alarido de terror, con su niño muerto en los brazos, buscando hombres mujeriegos e infieles con los que pueda vengarse, pues un hombre cometió el abominable crimen y no descansará hasta que no mate a siete Juanes para obtener su tranquilidad, pues Juan Isidro se llamaba su marido. (Oropeza, 1998)

Referencias

Oropeza, M. G. (1998). La Sayona. En M. G. Oropeza, Cuentos Para Antes de Acostarse. (págs. 15 - 18). Bogotá: G.R. Impresores.


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